TOC, TOC

 

Han pasado casi dos años desde la última vez que escribí en este blog. Han sido dos años llenos de cambios y desafíos que me han llevado por caminos inesperados y me han hecho alejarme de esta plataforma que solía ser mi espacio para desahogarme y compartir mis experiencias como padre extraterrestre.

Fuego cruzado

No sé si alguna vez os he dicho que entre los árboles frutales que hay en el huerto de yayocangrejo hay dos olivos. Este año parecía que, a pesar de tener pocas aceitunas, el calibre era considerable. Así que decidimos ponernos a cogerlas y así aliñarlas. Como los yayos estaban fuera y amenazaba lluvia y viento, mamacangreja y yo decidimos intentar coger las que pudiéramos, así que no se echaran a perder todas. De todas formas no había muchas. Empezamos con la recolección, pero sucedió algo curioso, las aceitunas aparecían por arte de magia, o al menos eso me parecía a mí. No importaba cuantas cogieras, siempre había más, y más, y más. Al final, cogimos unos diez kilos. Esto fue un jueves, pues el domingo, con los yayos  incluidos y la lluvia ya seca, reiniciamos la recolecta de nuevo. En total, otros 10 o 12 kilos más.
Yo en mi infinita ignorancia, pensé que lo más difícil ya había pasado, pero una vez más, la vida se ha encargado de demostrarme que estaba, una vez más, en un error. Mamacangreja y yo nos llevamos a casa unos 3,5 kilos de aceitunas para aliñarlas nosotros. ¿Sabéis cuantas aceitunas hay e 3,5 kilos?, ¿no?...yo tampoco, pero os puedo asegurar que muchas más de las que yo pensaba.
El lunes empecé con el cambio diario del agua para quitarles el sabor amargo, pero estaban enteras. Así que el jueves, decidí que era un buen momento para partirlas. Yo me las prometía muy felices, total el cubo no era muy grande. Pero pobrecito de mí, había que partirlas una a una, porque si intentaba golpear más, salían disparadas en todas direcciones, como cuando en una película algún tontaina dispara en una sala blindada o con muchas cosas metálicas. Yo era incapaz de ver qué dirección tomaban las aceitunas, lo único que podía hacer era cerrar los ojos e intentar que no me dieran, para después iniciar la búsqueda de las aceitunas fugadas por la cocina y el pasillo. Yo no sé cómo, pero algunas llegaron casi al comedor, que esta unos 3 o 4 metros saliendo de la cocina a la derecha.
Así que después de varios intentos, comprendí que el proceso iba a ser  más lento de lo que yo me había imaginado. Al poco rato de dar golpes, empecé a notar un picor en los dedos de la mano izquierda. En ese instante llamó mamacangreja y al decirle lo que estaba haciendo me recomendó que usara guantes, porque si no me picarían un montón las manos. Le hice caso y me puse unos guantes de látex. 
Ansioso como estaba por acabar y viendo que por más aceitunas que partía el volumen en el recipiente no parecía disminuir, tome la decisión de darles un poco más fuerte, para reducir el número de golpes por aceituna. Así que después de recuperar las primeras parece que encontré el tranquillo, pero claro, uno no es capaz de mantener la concentración y es cuando pasan las cosas. En varias ocasiones, mientras intentaba hacer puntería con la atención en oras cosas, di el golpe partidor sobre mis dedos de la mano izquierda, no sabéis como duele, pero al menos conseguí que dejara de picarme.
Más de dos horas después, tenía todas las aceitunas machacadas, dos dedos rojos e hinchados, los dedos meñique y anular con picor, la camiseta manchada por el zumo de las aceitunas e impactos de aceituna hasta en el techo.
Estoy solo en la primera parte, después hay que añadir agua salada y el último proceso el aliño. Espero que esas etapas sean más fáciles, y sobre todo, que estén buenas, porque si después de toda esta faena de más de dos semanas no están buenas, talo los dos olivos, y es que volver a lo sencillo es complicado.
Con lo fácil que es comprarlas.