lunes, 17 de noviembre de 2025

Lo mejor del curso no estaba en el temario

 
He terminado el curso. Sí, ese curso de automatización con IA patrocinado por el ayuntamiento que prometía, muy alegremente, un 50% de contratación para los participantes.

Éramos 15. Han encontrado trabajo… exactamente 0. Cero. Ninguno. Ni uno suelto por ahí despistado. Eso sí, siempre hay letra pequeña: “En los próximos seis meses”. Muy bien, estupendo. Pero como las empresas que han visto nuestro talento sean como la que me tocó a mí para las prácticas… lo llevamos clarinete. Para que os hagáis una idea del nivel, tuve que llevarme mi propio ordenador porque no tenían uno disponible. Me faltó llevarme también la silla por si acaso. 

Lo mejor de estas prácticas han sido los almuerzos con mi mujer. La empresa estaba a cincuenta metros de donde trabaja ella, así que durante doce días hemos tenido un pequeño ritual diario: quedábamos para almorzar juntos. Eso sí que ha sido un lujo, eso sí que ha sido productividad emocional. Si por eso hubiera que pagar matrícula, la pagaba encantado. 

Y ahora que el curso y las prácticas han terminado, toca volver a mi rutina. A mi vida. A mi teclado. Y a escribir. Retomo mi novela, que está ya en sus dos últimos capítulos. Aún le queda trabajo, mucho pulido, revisiones, reescrituras y dudas existenciales, pero volver a encontrarme con ella me ha dado un subidón inesperado. 

Después de semanas entre flujos, automatizaciones y empresas que funcionan con ordenadores imaginarios, volver a la ficción es como abrir una ventana. Me recuerda por qué me gusta tanto escribir, y por qué, pase lo que pase ahí fuera, seguiré dándole a las teclas. Así que aquí estoy de nuevo. Sin trabajo, pero con historias. Sin contrato, pero con capítulos. Y con ganas de seguir compartiendo todo esto con vosotros.

Vamos a ver qué tal se nos da esta nueva etapa.

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