miércoles, 21 de junio de 2017

Lugares donde he vivido I (Barracas)


No hace mucho leí en el blog más endemoniado que conozco, una entrada en la que JuanRa Diablo nos contaba los lugares en los que había vivido (puedes leerla aquí). A pesar de que no he vivido en tantos sitios, si que me hizo revivir un montón de momentos.

Así que como buen copiador de cosas que me gustan, he decidido hace mi propia versión de ese post y contaros los lugares en los que este cangrejo a vivido en algún momento de su vida.

Aunque he pensado en hacerlo por partes para no hacerlo demasiado extenso.

1. BARRACAS (Castellón)
Barracas es el último pueblo de la provincia de Castellón, después ya entras en Teruel. Es un lugar pequeño, con muy pocos habitantes, el año pasado tenía censados 179.
Yo viví allí desde que nací hasta los 5 años, y a pesar de irme muy joven tengo muchos recuerdos de aquella época.  Comprar Phoskitos cuando todavía eran "regalos y pastelitos" y traían cromos de ciudades del mundo, las pipas "La Cumbre". 

También recuerdo el colegio, a pesar de que yo era pequeño y no estaba obligado, recuerdo ir algunas veces. Como había pocos niños, todos compartíamos la misma clase y la misma profesora.

Pero hay dos momentos que recuerdo con especial intensidad. Uno fue una noche de San Antonio, en el que se hacía una hoguera en la plaza del pueblo. Recuerdo estar en la puerta de mi casa viendo tranquilamente el fuego y algunas personas disfrazadas, cuando de pronto, de una de las casas del otro lado de la calle apareció alguien con una sábana puesta por encima haciendo de fantasma. Recuerdo el miedo, salir corriendo escaleras arriba y esconderme debajo de la cama de mis padres aterrorizado. Tardaron un buen rato en convencerme para volver a bajar.

El otro recuerdo fue el día que recibimos la visita de unos amigos de mis padres. Estábamos en el comedor y decidieron bajar para enseñarles el coche que nos acabábamos de comprar (un Renault 6 azul). Yo me adelante, y me metí en el coche, tengo que decir que el coche estaba abierto, igual que las casas y todo lo que había en el pueblo. Pues bien, me puse de rodillas en el asiento del conductor y empecé a toquetear todo mientras los mayores llegaban. Con tan mala fortuna de que una de las cosas que toqué fue el freno de mano, que se soltó. El coche estaba aparcado junto a la casa, y era una calle con pendiente, por lo que el coche tardó muy poco en avanzar. Así que mis padres al girar la esquina vieron el coche con la puerta abierta calle abajo. Por fortuna para mi, el coche tenía las ruedas giradas hacia la izquierda y se chocó contra la casa, si no, habría ido recto y al final de la calle, tan sólo había un bancal de unos 2 o 3 metros.

Cuando el coche se detuvo mis padres pudieron enseñar su coche nuevo, recién rayado por todo el lateral izquierdo. No recuerdo si me riñeron o no, pero yo creo que estuve llorando del susto varios días.

También tengo especial cariño a recuerdos como el de la yaya. Era la abuela de unos niños vecinos nuestros, pero en realidad era la yaya de todo el pueblo, ya que todos los niños la llamábamos así. Con ella íbamos en su Citroen Dos Caballos a su corral en la montaña y pasábamos el día corriendo salvajes por el monte con las ovejas y los perros, de hecho, allí pillé mi primera garrapata, después de estar abrazado un rato a un corderito.

Cuanto más os cuento, más recuerdos me vienen. Como la nieve y tirarnos por las laderas con cartones, plásticos o lo que pillábamos. En verano bañarnos en el riachuelo, compartiendo espacio con toros de una ganadería cercana, todos quietos para no provocarlos.

Las misas, porque fui monaguillo desde los tres a los cinco años. Me ponía allí al lado del cura y hacía lo que me decía. Un día pasé el cepillo y fui a llevarlo a la sacristía, pero ese día la puerta estaba cerrada y yo no llegaba bien al pomo, así que tuve que estirarme todo lo que pude para llegar. Lo conseguí pero, para llegar más alto me incliné un poco y todas las monedas que había en la bandeja cayeron al suelo y rodaron por todas partes. El resto de la ceremonia lo pasé recogiendo una a una las monedas. Bajo el altar, en los bancos, junto a la pila bautismal, etc.

Por contra también recuerdo al cura subirme en brazos para que yo tocara las campanas. Y como no, las magdalenas que me hacía la hermana del cura. Tengo que decir que eran unos buenos amigos de mis padres y pasábamos mucho tiempo con ellos. De hecho ellos tenían un corral con gallinas, gallos, conejos, etc. Y fue allí donde me picoteo el gallo que os conté aquí.

Tengo tantos recuerdos que creo que necesitaría dos o tres post más para contarlos todos. Pero creo que con esto es suficiente para que os hagáis una idea de lo que fueron mis primeros 5 años en un pueblo tan pequeño.

6 comentarios:

  1. Que maravilla!!!! Tu vida hasta los cinco años fue el sueño de cualquier niño :D
    Vaya susto el fantasma y lo del coche. No me extraña que se te quedara grabado.

    Mi cole estaba en pleno campo y eso de pillar garrapatas estaba a la orden del día. Mi madre era una experta en quitarlas jajaja

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  2. Ay, me hubiese encantado criarme en un pueblo pequeñito. Bueno, en realidad me encantaría vivir en un pueblo pequeñito (pero cerca de algún núcleo urbano, que si no me termino aburriendo, jajajaja). Besotes!!!

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  3. Yo no tengo pueblo, siempre he vivido en ciudad, a mí me gustaría vivir en un pueblo pequeño pero con la independencia y el anonimato de la ciudad, que me gusta mucho ir a mi bola, no sé si eso existe. jajajaja
    Qué infancia más interesante!!!!

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