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martes, 24 de agosto de 2010

2010. LA ODISEA DE IR DESPACIO.

Ayer por la mañana, después de volver de entrenar, y tras haber descansado tirado en el sofá durante más de una hora, cabezadita incluida. Me fui a levantar para hacer la comida pero, ¡oh sorpresa!, mi cuerpo no respondía a la velocidad que esperaba, de hecho, lo único que si que iba al ritmo adecuado era el dolor. Entre las lumbares resentidas por un colchón que pide la jubilación a gritos, las horas que me hace pasar cangrejito encorvado junto a su cama y las consecuencias directas del ejercicio, estaba para que me llevasen, o en su defecto que me arrastrasen.
Esta situación me hizo recordar el movimiento “Slow planet”, quienes dicen: Lento no se trata de hacer todo al mismo ritmo que una tortuga, sino de trabajar, jugar y vivir mejor haciendo todo a la velocidad correcta. Y pensé que quizás, y dadas las circunstancias, ayer podría ser mi día Slow planet. Decidí pasar el día tomándome las cosas, con calma, darle a cada cosa su tiempo, sin prisas, sin agobios. No parecía difícil, sobre todo al no trabajar y no tener que responder ante un jefe.
Mientras me vestía para salir a comprar un par de cosas, me acordé del día que nos abordó por la calle una chica que nos quería vender unas camisetas de “Slow planet”. Estábamos en la calle conversando mi mujer, un amigo y yo, y se dirigió hacia nosotros una chica con paso ligero:
- Chica: Hola buenas tardes.
- Todos: Buenas tardes.
- Chica: ¿Conocéis el movimiento Slow Planet?
- Todos: Sí.
- Chica: Queos parece, aques una buena idea. ¿Queréis colaborar con el movimiento comprandounas camisetas? (Las palabras juntas no son una errata, es que la chica hablaba deprisa y se le juntaban las palabras en la boca antes de salir).
- Todos: No, gracias. (No es que no nos pareciera bien el tema, pero nos resultaba muy extraño que fueran vendiendo camisetas por la calle. Además de que no compro nada en circunstancias como esa).
- Chica: Venga, comprarmeuna. Questamos recogiendo fondos para el movimiento.
(Para mis adentros yo pensaba “si para el movimiento, pero el tuyo, esta es una lista, seguro. Que me perdone si de verdad representaba a ese colectivo).
- Yo: No, gracias. (En un tono más firme)
La chica se despidió y continuó su camino. Cuando se fue nos dijimos lo raro que era el asunto, y que para ser del Slow Planet iba un poquito acelerada, aunque quien sabe, a lo mejor, para ella ese ritmo era lento.
Una vez en la calle, voy a cruzar, por donde no debo por supuesto. Nadie por la izquierda, uno a lo lejos por la derecha, pero me da tiempo aún estando en modo slow. Voy caminando mientras veo como el coche se acerca cada vez más, el muy hijo de puta a acelerado, pues por mis huevos que no corro. En efecto, por mis huevos que no corrí, pero me tocó dar un par de saltos que ni Dwigt Phillips (actual campeón del mundo de salto de longitud, por si no lo conocíais). Mientras el coche pasa sin disminuir la velocidad escucho : “Capulloooo”.
De camino al supermercado, y en dirección contraria, se acerca hacia mi un señor con un montón de bolsas en cada mano, ocupando prácticamente toda la acera y bastante deprisa, se notaba que la compra le pesaba. Por detrás de mi oigo unos tacones caminando también deprisa. Así que como voy en modo relajado, decido hacerme a un lado y me pongo entre los coches. La señora que venía detrás de mí se ve obligada a detenerse para que pudieran pasar los dos sin chocar. Al pasar, la mujer con cara de mala leche hace un sonido de desaprobación, algo así como “chsssss”. Se ve que ese segundo que ha perdido era de vital importancia.
Una vez en la cola del supermercado, la que va delante de mi tiene un problema. Ha comprado una colonia y la cajera no sabe cerrar la caja de regalo. Un intento, dos, tres y al cuarto decide llamar a una compañera. Cualquier otro día me habría acordado del Sr. Murphy y me habría impacientado un poco, pero ayer no, estaba en modo despreocupado. No como el que iba detrás de mí. Que al ver que reclamaba la ayuda de otra y ver la cola que había en las otras cajas exclamo en voz baja, “me cago en la puta”. Se le notaba a la legua que estaba enfadado, además cada respiración era un bufido de toro.
Me toca, 1,76€ me dice la cajera. Y yo sin ninguna mala intención, solo para quitarme monedas de encima, saco las monedas y empiezo a contar intentando darle a la cajera la mayor cantidad de cambio. Mientras cuento, el toro de lidia que había detrás de mi dice, de nuevo en voz baja pero audible, “joodeer”. Yo lo ignoro y sigo a lo mío, porque si le digo algo igual me pega una leche.
De regreso a casa, decido ir por la otra calle y así cruzar por el paso de peatones (con semáforo). A mi lado, esperando que se ponga verde hay un señor mayor con andador, lo he visto alguna vez por el barrio y es un hombre que se mueve realmente despacio, no solo es el andador, además sus pasos son muy cortos y lentos. En efecto, se pone verde y yo cruzo tranquilo, pero este señor va muy muy lento. Es imposible que en el tiempo que dura el semáforo en verde llegue ni a la mitad de la calle. Yo me hago el entretenido al otro lado por si le tuviera que ayudar, mientras el semáforo se vuelve a poner rojo para los peatones y el hombre a penas ha llegado a mitad de la calle. Los coches de ambos lados empiezan a pitar, los del lado que ya ha cruzado empiezan a moverse sin dejar que pase su lado del todo, esquivándolo. Los del otro lado, a excepción del primero empezaban a pitar, se oía algún grito “dese prisa”. El hombre intentaba ir todo lo deprisa que podía, se notaba que lo intentaba, pero imperceptible en el movimiento. Una vez al otro lado, los coches reiniciaron la marcha y algunos pitaban al pasar. El pobre hombre se paró para descansar del esfuerzo, pero en su cara se veía la frustración, me miró y dijo:
- Sr: Que poca paciencia. Ya me gustaría ir más deprisa.
- Yo: Ni paciencia, ni educación, ni respeto. No se preocupe, usted tarde lo que quiera.
Ya en casa y pensando en lo sucedido, me doy cuenta de que de verdad vamos siempre acelerados, pero aún me parece peor lo inmensamente egoístas que somos todos. Pensamos siempre primero en nosotros y después en lo que queremos, luego el poco interés que nos queda se lo dedicamos a nuestros seres queridos, porque nos hacen sentir bien, cuando no, volvemos a pensar en nosotros otra vez. Y es cierto que si redujéramos una marcha y tuviéramos un poco de respeto por los demás viviríamos mejor, seriamos más felices y nuestras relaciones mejorarían.
En conclusión, en mi día slow casi me atropellan, me han insultado, se han acordado de mis antepasados y he visto un señor caminando por encima de sus posibilidades mientras le pitaban y gritaban.
Por eso, SLOW ES POSIBLE, si, pero peligroso.

4 comentarios:

  1. Cuánta razón tienes!!! ya me gustaría a mí ser slow... pero mira se me pone el chip enseguida en modo acelerator.... y no hay quien me aguante...
    A ver si me relajo un poco!

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  2. Buenísimo, jajjajja.
    Aunque lo del señor mayor me ha dado pena ay! la cruda realidad, si es que ya no hay respeto ni por las canas ni por la gente, la que nos espera...

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  3. Yo soy slow de por sí, y no veas lo que noto que los demás no lo sean. Quizás lo soy demasiado, jeje
    Por cierto, la imagen que has puesto en este texto la tengo exactamente igual colgada en la pared de mi habitación (la parte frontal de una bolsa de "Natura")
    Un saludo!

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  4. ARENITA:
    Ten cuidado que los chips se funden.

    ANONIMO:
    Imagina cuando nuestras pensiones dependan de esta gente. Bueno a lo mejor tenemows suerte y se acaba el mundo antes.

    SHAMANDALIE:
    Yo creo que también soy Slow, bueno no, en verdad soy perezoso.

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