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lunes, 12 de julio de 2010

Summer time

El verano es una época del año fantástica. Los días son más largos, la gente se desprende de capas superfluas de ropa que dejan ver gran variedad de cuerpos, que satisfacen todos los gustos. Hay fiestas en casi todos los pueblos de España, nos sentimos más alegres, comunicativos y despreocupados. Como no, nos dan vacaciones en el trabajo (los que todavía lo tienen), podemos ir a la playa o la piscina a tostarnos al sol.
Y que me decís de irse al chiringuito, donde todavía no los hayan eliminado por la ley de costas, y tomarte una cervecita bien fría después de horas de achicharramiento bajo el sol. Sentado a la sombra, observando cómo flamea el calor sobre la arena, las toallas y las personas.
A los que no les gusta la playa se pueden ir a la montaña con poco riesgo de tormentas y librarse así del calor. Dar largos paseos en plena naturaleza, disfrutando del aire limpio y del silencio, dependiendo donde vayas claro.
Por todo esto y por más cosas, el verano es una época maravillosa. Pero, si porque también tiene peros, también tiene cosas sin las que yo podría vivir perfectamente, y seguramente sería más feliz.
No me gusta el calor, el depender todo el día de algún tipo de artefacto que me dé un soplo de aire fresco. El aumento considerable del consumo de bebidas refrigerantes, bocadillos, papas, tapas y demás guarrerías, que perjudica seriamente el “no esfuerzo” que no he hecho durante el resto del año, para lucir palmito al llegar este momento. Aunque la verdad si cuando era más joven no me preocupaba en exceso, ahora cercano a los cuarenta debe hacerlo menos. Pero claro, todos queremos gustar o por lo menos ser resultones.
Tampoco me gustan los primeros días de playa, en los que llegas, y sin saber cómo, eres el único completamente blanco. A veces, mientras estoy bañándome me da la sensación de que va a aparecer el capitán Ahab dispuesto a darme caza, y la verdad, yo ya no estoy como para salir huyendo, ni a nado ni corriendo.
Pero todavía hay algo que me gusta infinitamente menos del verano, y es perder el anonimato en la multitud de la playa. Odio encontrarme con compañeros de trabajo, vecinos, amigos de, hermanos de, etc, gente que no me apetece ver semidesnuda, porque después de eso, no volverá a ser igual.
Feliz verano.


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