viernes, 8 de abril de 2016

Música con la que crecí VII


Lo primero que quiero es dejar claro que la entrada de hoy no está subvencionada en modo alguno por Anís del Mono. Además, aprovecho para recomendar el consumo moderado de bebidas alcohólicas.


Una vez aclarado esto os voy a contar que relación tienen en mi vida el Anis del Mono y la música. Creo que en alguna ocasión os he comentado que mis padres son originarios de Andalucía. Mi padre de un pueblo de Córdoba y mi madre de uno de Jaén, pero cercanos entre si. Por ese motivo, los veranos de mi infancia, sobre todo hasta los 9 o 10 años emprendíamos el viaje en nuestro Renault 6 para visitar a mis abuelos y demás familia.

Mi cangreabuelo era un hombre de campo, al igual que su padre y el padre de su padre. Principalmente se dedicaba al cultivo de legumbres, sobre todo de garbanzos, pero después, ya mayor compro una pequeña granja en la que tenía gallinas, algunos cerdos y pavos. Recuerdo ir con él a darles de comer, un poco intimidado por el número de animales, sobre todo con mis antecedentes con los gallos, como ya os conté en esta entrada

Pero sin lugar a dudas el mayor recuerdo que tengo es el de mi cangreabuelo sentado en su sillón, viendo la televisión después de comer y con la botella de Anís del Mono y su copa de chupito encima de la mesa. No abusaba, sólo se tomaba un chupito de anís y se sentaba a ver la tele, normalmente hasta caer dormido.

Para mi aquello era una especie de ritual mágico y me tenía obsesionado, prácticamente todos los días le decía que lo quería probar, y como es lógico, su respuesta siempre era negativa, y yo lo aceptaba, pero al día siguiente volvía a intentarlo. Aquel olor dulzón me atraía irremediablemente, de hecho hoy sigue haciéndolo, es uno de mis olores favoritos, seguramente influenciado por todos los recuerdos vinculados a el. De hecho, cuando huelo anís, mi mente se traslada hasta aquellos años.

Cada verano era lo mismo, su ritual no cambiaba, y el mío tampoco, con los años seguí preguntándole cada día, y seguía teniendo que conformarme con el olor de aquella diminuta copa. Hasta que un día, después de mi inevitable pregunta, su respuesta fue distinta, aceptó y lleno media copita con aquel brebaje maravilloso que durante años había sido tan deseado por mi.

Recuerdo los nervios que tenía cuando me acerco la copita. La tomé con sumo cuidado para no perder ni una sola gota de aquel elixir y me lo tome de un trago. Como podéis imaginar aquella fue mi primera borrachera, tendría la edad de cangrejito, y aquel dulce brebaje que tanto había anhelado se transformó en fuego nada más entrar en mi boca, quemando todo cuanto encontraba en su camino. Me puse rojo, muy rojo, no podía hablar y al poco tiempo, empecé a notar que todo a mi alrededor se movía de forma extraña.

Esa fue la última vez que le pedí a mi abuelo que me dejara probar aquel diabólico líquido. De hecho, no he vuelto a beber anís nunca más, detesto su sabor, pero su olor, su olor me embriaga, me hace viajar a aquellos años, a aquellos veranos con todo lo que en ellos viví.

La canción que he elegido y que va ligada a esta historia es una canción que mi padre siempre silbaba, en los viajes, por aquel entonces nuestro coche no tenía radiocasete, bueno si, a veces nos llevábamos el grande y con pilas mi hermana amenizaba el viaje, aunque yo me dedicaba a los cómics. Pero mi padre, silbaba una y otra vez esta canción de Los Relámpagos. Incluso hoy día, me descubro a mi mismo silbando esa melodía, más veces de lo que me gustaría reconocer.

8 comentarios:

  1. Es curioso cómo los sentidos nos trasladan a otras épocas, otros lugares. A veces voy por la calle y de repente un olor me traslada a mi infancia, o a otra ciudad. Una música, un olor y a recordar!
    Buen finde!!!!

    ResponderEliminar
  2. jajaja puedo imaginarte jajaja
    no conocía este grupo aunque la canción me sonaba.

    ResponderEliminar
  3. Jajajaja. Mi obsesión era el Martini. Un día aproveché la oportunidad para beber Martini a escondidas y también me pillé un buen mareo. Aunque he de decir que no lo he aborrecido. Jajajaja. Besotes!!!!

    ResponderEliminar
  4. Y lo que se reiría tu abuelo al verte piripi,¿eh? ;P

    ResponderEliminar
  5. A mí me pasó algo realmente parecido con el tabaco... asombran las similitudes, y tampoco he fumando nunca ^^ La historia que cuentas en realidad es muy bonita, creo que todos los que hayamos tenído una infancia normal vamos a poder vernos identificados con ella ^^

    ResponderEliminar
  6. Dicen que los olores traen los recuerdos más frescos que cualquier otra cosa, así que...

    Pues mis padres tb eran de pueblos de Jaén. Y sí, tb teníamos un Renault 6 sin radiocassette. Y tb recuerdo cuando mi primo y mi hermano querían por narices fumar un cigarro, y le pedían a mi padre que les dejara uno. Creo que no tenían ni 10 años cuando les dejó hacerlo. Todavía recuerdo la tos que le entró a mi primo. Tanta, que mi hermano dijo que ya no quería probar él.
    :)

    Besos!!

    ResponderEliminar
  7. Las moñas de bebidas dulces, generan unas resacas inolvidables.
    Anis, martini pufffff
    ya me duele la cabeza.

    ResponderEliminar
  8. Arenita:
    Si a mi también me pasa jejeje

    Juan:
    si jajaja imaginame jajaja

    Mi Alter Ego:
    jajaja yo no lo aborrecí es que está malísimo jajaja

    Speedygirl:
    No me acuerdo, tengo un lapsus jajaja

    Lourdes:
    No si aún seremos familia jajaja yo también tuve mi aquel con el tabaco, un día os lo contaré.



    Holden:
    Eran otros tiempos, otra formas de ver la vida y de vivirla ¿verdad?

    ECDC:
    jajajaja ya me extrañaba que tu no supieras de esto jejejeje

    ResponderEliminar

Pinzadas